domingo, 25 de abril de 2010

Pasa el tiempo...

O nos pasamos nosotros. Al menos eso dice mi madre cuando echa la vista atrás, seguramente cuando me ve salir por la puerta sospechando que, las miles de veces que he bajado el escalón del zaguán, se acababa una etapa. En fin, que no me voy a poner a reflexionar sobre el tiempo, en general, porque me parece que aburre en cierto modo y porque pienso que todos tenemos a veces la misma sensación, esa de que se nos escurre entre las manos el sonidito de las agujas del reloj.
Yo, me paro en otras cosas que también me dan una ligera idea de cómo me paso, me paso el tiempo quiero decir. Sin ir más lejos hace unas Ferias de Abril las resacas de rebujito se engarzaban unas con otras mientras al día siguiente de la fiesta miraba las fotos de cámaras ajenas preguntándome si esa de la cara desencajada era yo. Ahora me doy unas vueltecitas por el Real y vuelvo a casa temprano, que al día siguiente hay que trabajar.
Lo mismo con la Semana Santa, que este año ha sido de lo más tranquila. Poquitos pasos y bien vistos, no sin cierto recelo por mi parte-que yo trianera soy un rato- sino porque mi querido acompañante no termina de entenderla, se cansa ante las largas esperas y blasfemia ante las bullas y hasta cierto punto es normal. Si no lo mamas desde pequeño, difícilmente lo sientes. Me quedo, por supuesto, con el último Domingo de Ramos, junto a mi buen amigo y profesor, Juan Antonio.
Será que cada vez tiene una el cuerpo para menos trotes. Será, como dice mi amigo Isra, que no es el tiempo, ni la edad-que también- sino el kilometraje. Y esto lo dice un aficionado al buen tequila, una de las mejores personas que conozco.
El tiempo no pasa en balde para nadie. Hablábamos ayer unos amigos y yo de las nuevas tecnologías, de que en 20 años se curarán muchas enfermedades, de que nos pondremos lentes de contacto que nos permitirán viajar al instante a cualquier sito del mundo, y lo mejor de todo, que en 20 años asistiremos a una vida muy longeva, y bichitos como yo duraremos hasta 150 años...
Pues no sé yo, señores, si esto es tan buena idea, y como dice mi florentino, querremos morirnos antes, pero si sé, que por rápido que el tiempo pase ya queda mucho para la próxima Feria y otro tanto para la Semana Grande. Quién pudiera vivir en la eterna primavera de Sevilla, sin los calores que nos esperan y vivir de arte sin trabajar, sabiendo que te quedan por lo menos cien años más de vida y muchos días viendo a tu madre, a tu padre, o a quien sea, en su silloncito de madrugada, esperándote para quedarse tranquilo al verte entrar.

6 comentarios:

em10 dijo...

Nunca mejor dicho: "Tiempo detente..." ;)
Un placer seguir viéndote una feria más, aunque te fueras tempranito. Besos.

Las hojas del roble dijo...

Muy bonito, Espe.
Triana, eterna.

Massimo dijo...

Me parecia justo, como me encuentro a tu lado ahora, dejarte un comentario, que por desgracia nunca me paso tan a menudo cuanto quisiera.

Muy buena entrada de blog mi amor, como te he dicho hace un rato mirandote a los ojos.
Por un lado si, continuo pensando que 150 son demasiados, que quiza no querremos soportar tanto el mundo. Pero sigo siendo mas que seguro que todo el futuro que me queda serà maravilloso porque volverè a vivir contigo todo lo que es esta ciudad, sea eso Semana Grande, sea eso la Feria.

TE QUIERO

Víctor dijo...

El kilometraje (como dice Isra)... pero, sobre todo, la madurez mental. Porque no todo es "tralla" y cansancio corporal, sino más bien que, con el paso de los años, reflexionamos y vemos las cosas de otro modo. Es ley de vida.

Rafa Parra Soler dijo...

Qué poderoso es el tiempo,
que, aunque pase tan de prisa,
engendra un amor eterno
en poco tiempo de vida.

Besitos, cuñadita

... Y Massimo... ¡qué bien escribe! Es la reencarnación de Dante.

Juan Antonio González Romano dijo...

Gracias por la mención, y qué pena de no haber coincidido en la feria, que unos rebujotos en buena compañía siempre ayudan a sobrellevar el paso del tiempo. Y contra ese paso, qué mejor que pensar que cada momento que vives es el más importante, irrepetible. Y así el siguiente, y el siguiente.
Un beso de Nervión para Triana.