sábado, 11 de septiembre de 2010

La bellezza

Puede que exista algo más bello que el encuentro fortuito en una mesa de disección de una máquina de coser y un paraguas, parafraseando al célebre Lautréamont.

Llevo semanas intentando escribir algo que se parezca a describir mi visita a Florencia y la Toscana y hasta ahora, haber respirado tanto Renacimiento, me ha dejado mudos los sentidos. A ver cómo le explico yo a un oriundo de Triana que no tiene precio levantarse, abrir una ventanita verde y admirar el paisaje toscano. Pasear entre las piedras antiguas del Duomo, levantar la vista, cegarse con la mole, mi mole, la de Brunelleschi, atragantarse de cúpula.
Y si en vez de cuatro días hubieran sido ocho, cualquiera me trae de allí. Todavía me parece estar en Piazza del Campo,cuesta arriba aparece una vista de San Domenico, trepan mis ojos por las torres medievales de San Gimignano...

Ni el mismísimo Stendhal tuvo un síndrome como el mío. Pero no quiero ni imaginarme qué pasaría si cambiara Triana por la Toscana o por Florencia. ¿Habrá algún arquitecto capaz de crear un puente que no me obligue a coger el Ryanair de los temblores?

Me fío de las palabras de Antonio Paolucci y les dedico esta entrada a Massimo y a Terita, compañeros del alma y del viaje:


La idea de Florencia fascina todavía a las mujeres y a los hombres del mundo, porque ninguna ciudad de Europa es vitrina del arte en mayor medida que Florencia. En ningún otro lugar del mundo se percibe de una manera tan visible y tan elocuente el del eco de un glorioso pasado. No se recorren allí las calles de una ciudad muerta. A Florencia le ha correspondido ser espejo y figura de la historia de nuestra civilización.