sábado, 29 de enero de 2011

Abuela...

Mi abuela me enseñó a jugar a las cartas. Al tute, al cinquillo, a las siete y media. Tendría yo unos seis años. Durante las partidas, me pasaba el tiempo guardándome los ases y los 3 de cada palo, y ella me miraba, buscando cantar "las veinte" o "las cuarenta".

Cuando aprendí a leer, como todos los niños, llegaba yo con mi libro gordo de cuentos, una recopilación de los hermanos Green, aquel de las preciosas ilustraciones, y se los leía, una y otra vez. Mi abuela no sabía escribir, ni leer. Ella era mi mejor oyente. Cuando daban las nueve, se ponía la toquilla y la escuchabas arrastrar tímidamente los pies, embutidos en aquella babuchas de paño negro, por el salón, hasta llegar a la puerta. Y entonces se despedía, con su seseo de esperanza y su hasta mañana. La última vez que hablé con ella ya no era la mujer que yo había conocido. La encontré sentada, en una habitación, en una residencia. Todavía tuvo lucidez para llamarme "la señorita" y sonreír levemente mientras me preguntaba, casi afirmando satisfecha, si ya tenía "los papeles". Así era como llamaba ella al título de "maestra" o lo que quiera que yo fuera.

Hace ya más de dos años, mi abuela abandonó la partida. Jugó su propio tute durante noventa y cuatro años. Y siempre me acuerdo de ella.
Los abuelos son un don. Afortunados los que pueden disfrutar de ellos. Yo, mientras tanto, seguiré recordando a mi abuela.

domingo, 16 de enero de 2011

Odiando el Estrecho de Bering

Para que luego digan que el subconsciente no nos traiciona. En la mañana de ayer sábado, me desperté entre sollozos y lágrimas, a las nueve de la mañana. Resalto la hora porque no es corriente que mi menda se levante un sábado antes de las diez. La culpa de mi disgusto era un sueño en el que se mezclaban churras con merinas. La verdad es que más me hubiera valido olvidarlo tras despertarme, pero esta vez no tuve la suerte. Os lo cuento y luego doy mi interpretación.
En el sueño yo estaba dentro de la iglesia de Santa Ana, aquí en mi barrio de mi alma, acompañada del padre de mi novio, de mi profesor y amigo,Catedrático de Historia de la Lengua, y de mi novio.
De repente me entero de que mi novio me está criticando con los otros dos en una esquinita de la iglesia y me acerco para oír lo que dice. A grandes voces y como burlándose, afirmaba que se iba al Estrecho de Bering, que allí le pagaban mucho y podría así alejarse de esta ciudad de mierda. Su padre y mi amigo lo apoyaban en su decisión, mirándome con cara de odio infinito. Luego mi novio desaparece de escena y salgo a la calle, ya medio llorando y destrozada ante el abandono, me lío a gritos con los otros dos. Se dedicaron a molestarme diciendo que Santa Ana no era más que una iglesia cutrecilla, sin antigüedad y encima negaban que hubiera sido instituida por Alfonso X. Vamos en resumen, se metieron con dos de las cosas que más quiero, Massimo y Triana.
Una vez analizado este follón surrealista y tras el primer sofocón, me dispongo a descomponerlo y concluyo lo siguiente. Massimo quiere abandonarme e irse lejos de aquí, pero no se atreve a decírmelo, por eso viene con los otros dos, que me presionan e intentan sacarme de mis casillas. En realidad, él cambiaría el Estrecho de Bering por Tahití, pero deduzco que salió Bering en mi sueño porque es algo que estudiaba en Geografía y memoricé cuando era pequeña, como tantas otras cosas. El padre de mi novio y mi amigo el profe aparecen en mi sueño por distintas circunstancias. Resulta que al profe me lo encontré el día de Reyes cuando fui a comprar el roscón, a pocos metros de mi casa. En cuanto a Claudio tengo mis dudas. A lo mejor es que no quiere que me case en Santa Ana, sino que prefiere la iglesia de Antella, junto a la que vive su madre, Tosca.
Concluyendo, menos mal que los sueños sueños son, como dijo Calderón y que lo único que puede relacionarse con la realidad es que mi sobrino se bautiza el 5 de febrero en la pila de Los Gitanos, en la mismísima Santa Ana.
Y hablando del Estrecho de Bering, sabéis dónde está? Hoy me he enterado de que este particular accidente geográfico es famoso porque al parecer es el sitio desde donde el ser humano migró desde Asia hacia América, pasando por él. En cualquier caso, no creo que sea un sitio para ir de visita. Me gusta más ver el solecito desde mi ventana, desde donde el único estrecho que veo es a mi vecino...


P.D: No, no estoy bajo el efecto de ningún psicotrópico, al menos de momento.